martes, 16 de junio de 2009

Instinto maternal

Durante el embarazo leí algunos artículos sobre este tema donde decían que el amor madre-hijo no es automático y que muchas se deprimen por ello. Realmente, ahora puedo opinar sobre el tema por mi propia experiencia.

Miquel fue un niño muy deseado incluso años antes de conocer a su padre. Pero el tener al padre siempre ayuda ¿no? Jordi también deseaba tener un hijo. Desde que supe que estaba embarazada, amé a esta criatura. Claro que era un amor abstracto, las pruebas que tenía de mi hijo eran mareos, vómitos, dolores… pero nada tangible. De todas formas acariciábamos mi tripita y le hablábamos. En la semana doce encontré por casualidad en mi barriga un débil latido o golpecitos en las yemas de mis dedos.. Fue realmente maravilloso pero efímero. Fue a finales de septiembre cuando empezaron las pataditas continuadas y mayor interacción. En los meses siguientes, Miquel ya respondía a nuestros estímulos. Realmente llevaba una vida dentro que se hacía notar a cada momento. Sentía a mi hijo cuando se movía, tenía hipo… Ya se podía decir que podía acariciar y amar a mi hijo y no a la idea de mi hijo.

El parto no fue el soñado. vi a mi hijo calmadito en brazos de su padre con muy poca luz. Yo estaba temblando compulsivamente por la anestesia. No podía abrazar a mi hijo. Me lo pusieron al pecho y entonces vi su cabecita y sentí su olor. Torpemente, con los ojos cerrados, se aferraba a mi pezón baboseándolo. Es increíble como buscaba su alimento nada mas nacer. Creo que en estos primeros días, no puedo hablar de amor tal como lo conocía hasta entonces. Es un amor totalmente nuevo, desinteresado, animal, que te nace de dentro con tal fuerza que duele. Un sentimiento que te impulsa a proteger con tu vida, con uñas y dientes a un desconocido que es tu hijo. El primer mes se pasó volando, estaba agotada. Lo amaba pero no tenía fuerzas para disfrutarlo. Ahora todo ya tiene su horario y voy mas descansada: disfruto de cada mirada, sonrisa, parloteo.

Realmente, ahora empiezo a ser consciente de que soy madre. Hasta ahora tenía un precioso bebé al que atender y amar pero me costaba verme en el papel. Empiezo a tomar el control y a educarle, enseñarle el mundo y sus reglas. Si, me respondo a mi propia pregunta, se puede educar a un bebé. Calmarlo al pecho, enseñarle que las cosas pueden aparecer y desaparecer, que no es ninguna tragedia cambiarle el pañal, ni bañarlo, ni meterlo en la cuna, ni en la mochila… todo con mucho amor, seguridad y carantoñas.

Otra cosa que te invade irremediablemente cuando tienes un hijo: esa manera boba de hablar de la que te has reído infinidad de veces y has jurado no hablar nunca a tu hijo así. Lo haces como el que mas con tal de ver esa preciosa sonrisa en su carita. Por un motivo desconocido desaparecen algunas últimas sílabas y en tu vocabulario entran palabras como “bibe” “chupe” y onomatopeyas mil…. Y cuando él te hace esas gracietas con miradas pícaras, ese parloteo interminable para ver tu sonrisa, poco importa que un minuto antes te haya roto el cristal de las gafas contra el suelo o se haya hecho caca en el cambiador. Tener un hijo es lo más maravilloso que te puede pasar.

He repasado este texto 50 veces y siempre me falta algo por decir. Es imposible plasmar tanto sentimiento en simples palabras.