lunes, 27 de junio de 2011

Una desición díficil

A finales de marzo decidí empezar el destete de Miquel paulatinamente, negándole tomas y teniendo paciencia. Me puse en contacto con una asesora de lactancia para hacerlo bien pero no ha dado resultado.
Deseo retomar de control de mi cuerpo y no sentirme una máquina expendedora. Siguen habiendo momentos dulces de lactancia cuando quiere quedarse dormido pero la mayoría son movidos, inesperados e impetuosos. Y esa impetuosidad me puede hacer perder el equilibrio. He intentado negar, no ofrecer... Pero siempre salgo perdiendo yo en la negociación. Con esta mentalidad fui al ginecólogo, decidida a pedirle las pastillas que cortan la leche. La actitud del ginecólogo y su enfermera fue de comprensión total por que ya era demasiado tiempo dando el pecho. Me explicaron como funcionban las pastillas advirtiendome que no servían de nada si el niño volvía a succionar. Obviaron mi comentario de no saber como explicárselo a mi hijo. Salí de allí aliviada, quería dejar el pecho y tenía la solución en mis manos. Un par de días malos y ya está e impedir todo contacto tetil con mi hijo y ¿Como hago yo eso? Ahí empezó mi dolor de cabeza.
¿Cómo duermo al niño? ¿cómo juego co él con miedo de que se acuerde de la teta? La cabeza me iba a explotar. Decido mirar el prospecto de las pastillas maravillosas e indica que solo funcionan después del parto ¿? Miro foros, escribo en ellos, me desahogo: No quiero ser considerada mala madre por querer dejar el pecho. La clave está en que lo deje el niño pero ponerse algo repelente en los pezones no es eticamete correcto. Me confirma mis peores sospechas una asesora de lactancia y varias madres: las pastillas me serían inútiles a estas alturas. Sigo atrapada en una lactancia sin fin. Aunque puede que no tanto como yo piense: el niño hace tomas cada vez más cortas (incluida la de la mañana). He estado avisándolo bastante tiempo, ha llegado la hora de negar rotundamente. Y he encontrado una frontera clara: En la calle, no y en casa, si. Asi que por la tarde salí a la calle armada con determinación y un biberón. Antes de salir de casa le expliqué la nueva norma. Paseamos con los tirantes sin problema hasta que se acordó de que quería teta, negársela me costó mucho fisica y moralmente hasta que se entretuvo con un juguete. Pero lo había conseguido: Le estaba demostrando que en la calle ya no hay teta por mucho que se empeñe. Aun sigue pidiéndola pero cada día el berrinche dura menos. Es practicamente imposible hacerle beber aalgo que no sea agua pero ha probado la leche de almendras y le gusta. Le llevé un biberón a la calle, ya sé que es muy grande para tomar bibe y, de hecho, hace meses que no utilizaba uno, pero fue la manera que encontré para asegurarme de que no la tiraba.
En casa, debería decirle que la teta es caca y que es para niños pequeños según algunas madres que han dejado el pecho. Pero el argumento de que es "caca" me parece poco creíble así que utilizo el segundo. Cada vez que me pide teta le hablo bajito y me pongo el dedo delante de los labios. Él me imita y se rie. Tomar teta se ha convertido es nuestro secreto dentro de casa. No me avergüenzo de dar teta a mi hijo "tan mayor" pero con esta excusa evito posturas incómodas en la calle, comentarios fuera de lugar y voy reduciendo tomas, que de eso se trata... Ya están avisados mis padres de que si puedo controlar la situación en la calle, no actuen pero si se pone muy cabezón lo cojan ellos para evitar que mame. Hoy mi madre ha logrado quitarle la idea con un caramelo, no es algo que se deba hacer siempre pero funciona.