martes, 17 de diciembre de 2013

Un regalo de Navidad

No quería cerrar este año con un sabor amargo en el blog. En la última  entrada reflejaba mi ira y dolor y esto ha tardado en desaparecer pero lo ha hecho. La pesadilla quedó atrás. No quiero volver a confiar en cierto médico y espero aun que responda de sus actos pero eso no quita que haya vuelto la alegría a casa.

Miquel está muy bien y es risueño como siempre, eso es lo importante. Miquel sufrió más que nadie pero fue el primero en pasar página y esto nos ayudó a todos. La rutina del colegio volvió a nuestro día a día y hemos notado cierta mejoría general en el niño. Evidentemente, aun tendrá algunas revisiones pero todo está correcto.

Hoy quería regalaros algo: un secreto. Un secreto que quiero desvelar aquí por que en este blog siempre he sido muy sincera, por que creo que es lo justo y por que creo que puede ayudar a algunas mamás. Este año, 2013, ha sido muy importante para mí en muchos aspectos: Ya compartí con vosotros mi decisión de no tener más hijos, inicié una actividad nueva que me encanta (correctora) y este verano (no sé ni el mes ni el día exactos) dejé de dar teta a Miquel o, mejor dicho, Miquel dejó de buscar la teta.

Lo sé, oficialmente, dejé de darle el pecho a Miquel el 7 de febrero  del 2012 (y aquí lo explico) de una manera abrupta y medicada por una decisión errónea de un médico. Pero dejar de dar el pecho debe ser una decisión casi pactada entre madre e hijo y, evidentemente, no funcionó. Fue muy duro ver la carita triste y desolada de Miquel preguntándome si la teta ya se había curado día tras día. Su apego hacía mí se multiplicó y se volvió más demandante y me absorbía mucho más que cuando le daba pecho. Su "mamitis" aumentó al perder la posibilidad de mamar aunque resulte paradójico. Tardó un mes en recuperar toda su alegría.

Tres  meses después de cortar la leche con medicamentos, cuando Miquel ya se había resignado (o eso creía yo) me quedé medio dormida en el sofá. Me desperté sobresaltada por que Miquel chupaba con fuerza un pezón ¿Pero qué haces? Miquel me respondió con los ojos brillantes: "¡Hay zumo!". La lógica me decía que era imposible,  había cortado la producción de leche hacía 90 días... Pero la convicción y la alegría de mi hijo eran irrefutables. ¿Cómo encajar esto? ¿no se suponía que no tenía leche? El pediatra me confirmó que era imposible que yo tuviera aun leche, pero era posible. Tenía leche, aunque no la cantidad que tenía antes, de mi pecho salía suficiente leche para alegrar a mi hijo. No me quedaban fuerzas para revivir el trauma vivido hace tres meses, así que no le negué el pecho.

Había sido todo un logro social dejar el pecho, todo el mundo me preguntaba si ya lo había dejado como si se tratara de una extravagancia mía darle pecho hasta los tres años. Así que decidí que esta nueva lactancia nos pertenecía solo a Miquel y a mí, sin interferencias. El papá lo comprendió a regañadientes y lo aceptó. La nueva norma de lactancia era que solo se podía mamar dentro de casa y cuando  no estuvieran los abuelos. ¿Penoso? ¿patético? ¿poco reivindicativo? si, si y si pero muy práctico. Me ahorraría comentarios y miradas inoportunas. Nuestra segunda lactancia transcurrió plácidamente sin interferencias.

Solo me preocupaba una cosa: el niño tenía pendiente una operación del riñón y estaría varios días ingresado ¿Cómo iba a darle el pecho en el hospital sin que nadie se diera cuenta? Cuando me llamaron a primeros de septiembre de este año para darme el día de la operación me acordé de esa preocupación. Me sorprendí mucho al no conseguir recordar cuando Miquel había dejado de mamar. No fui consciente hasta ese instante que mi hijo llevaba unos dos meses sin mamar... Seguía jugando con mis pechos y diciéndoles cosas bonitas pero ¿mamar? No pude determinar qué día había dejado de hacerlo. Y me alegré mucho por que ese era el final que yo quería para mi lactancia. Con juegos, risas y sin traumas.

Sé de algunos que estarán con la boca abierta ahora mismo pero yo estoy satisfecha y orgullosa de mi lactancia, de haber podido sanar la herida de mi hijo, de respetar nuestro tiempo. Tuve que esperar año y medio más para que Miquel dejara el pecho ¿y qué? Lo mejor es que no lo viví como una espera si no como una segunda oportunidad.


¡Felices fiestas! (¡y ya podéis cerrar la boca!)